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No tengo tiempo para el dolor: Cuándo seguir adelante y cuándo detenerse

Hay un dolor bueno y un dolor malo. Te ayudaremos a saber la diferencia.
No tengo tiempo para el dolor: Cuándo seguir adelante y cuándo detenerse

Imagínate conquistando una colina desafiante durante tu entrenamiento, solo para detenerte abruptamente por una oleada de dolor crónico en la rodilla. Quizás estés a medio recorrido en la piscina, sintiendo el peso de la fatiga en tus brazos, haciendo que cada brazada parezca insuperable. Momentos como estos son familiares para muchos, ya sea un giro repentino en el músculo de la pantorrilla durante una sesión de remo o un fuerte resurgimiento del dolor lumbar mientras levantas pesas en tu clase de Orangetheory Fitness.

En esos momentos críticos, la tentación de rendirse puede ser abrumadora, y el mantra "Me rindo" puede resonar en tu mente. ¿Pero deberías hacerlo?

La respuesta no siempre es sencilla; depende de varios factores.

Por un lado, no quieres agravar una lesión, pero por otro, no quieres privarte de progreso al contenerte. Navegar este equilibrio requiere una cuidadosa consideración.

¿Debes hacer ejercicio mientras estás adolorido?

El dolor muscular puede ser una insignia de honor después de un entrenamiento desafiante, pero también puede ser una señal de que tu cuerpo necesita un descanso. Dentro de la comunidad de fitness, las opiniones divergen sobre si seguir adelante a pesar del dolor o pausar y recuperarse. Este artículo desmitificará el tema de hacer ejercicio mientras estás adolorido, explorando qué dice la ciencia al respecto y ofreciendo consejos prácticos para tus sesiones de entrenamiento.

La ciencia detrás del ejercicio mientras estás adolorido

Cuando haces ejercicio, el estrés en tus músculos puede resultar en microdesgarros: una causa típica del dolor muscular de aparición tardía (DOMS). Este tipo de dolor generalmente se desarrolla de 12 a 24 horas después de un entrenamiento y alcanza su punto máximo entre 24 y 72 horas (alrededor de 3 días). El malestar que sientes es una parte natural del proceso de construcción muscular, a medida que tus músculos se reparan y fortalecen. Sin embargo, es importante distinguir entre el dolor moderado y el dolor que podría indicar una lesión.

La investigación de la Biblioteca Nacional de Medicina indica que participar en ejercicio ligero puede ser beneficioso cuando estás adolorido. Aumenta el flujo sanguíneo y proporciona los nutrientes que tus músculos necesitan para repararse. Sin embargo, el estudio advierte contra entrenamientos intensos durante períodos de dolor, ya que pueden causar daño adicional a los músculos.

De manera similar, el American College of Sports Medicine sugiere adaptar tu entrenamiento a la gravedad de tu dolor. Una actividad más ligera puede aliviar el dolor y la rigidez moderados, mientras que el dolor severo podría ser una señal para descansar. Se trata de entender las señales de tu cuerpo y responder de manera adecuada.

Consejos para hacer ejercicio mientras estás adolorido

Antes de decidir si saltas a tu próxima sesión o tomas tiempo libre, considera lo siguiente:

1. Escucha a tu cuerpo: Un dolor muscular moderado es normal. Pero si el dolor obstaculiza significativamente tus movimientos, considéralo una señal de alerta.

2. Reduce la intensidad: opta por ejercicios más ligeros, como caminar, yoga o estiramientos suaves.

3. Enfócate en la recuperación: La nutrición, hidratación y sueño son fundamentales para ayudar a tus músculos a sanar. ¡No los pases por alto!

4. Mezcla tus rutinas: Si tus piernas están adoloridas, intenta enfocarte en ejercicios de la parte superior del cuerpo, o viceversa.

Aborda tu rutina de fitness con compasión hacia los límites de tu cuerpo. Con una estrategia de ejercicio bien balanceada, puedes mejorar la recuperación sin detener tu progreso.

Entendiendo los Suplementos Antiinflamatorios

Desde cúrcuma hasta aceite de pescado, el mercado está lleno de suplementos que prometen reducir la inflamación. Pero, ¿cómo funcionan estas sustancias en nuestros cuerpos para frenar la inflamación?

Cúrcuma

La cúrcuma es celebrada por su capacidad de atenuar los efectos de las enzimas que promueven la inflamación. Como poderoso antioxidante, también refuerza los sistemas de defensa del cuerpo, combatiendo el estrés oxidativo que puede conducir a la inflamación.

Ácidos Grasos Omega-3 (Aceite de Pescado)

Los omega-3 que se encuentran en el aceite de pescado son grasas esenciales que nuestros cuerpos no pueden producir por sí solos. Son fundamentales para generar sustancias conocidas como resolvinas y protectinas, que ayudan a terminar el ciclo de respuesta inflamatoria.

Jengibre

El jengibre no es solo una especia sabrosa; está lleno de compuestos que bloquean las vías de inflamación en el cuerpo. Consumir jengibre puede apoyar la salud intestinal y reducir la inflamación sistémica.

Resveratrol

Este impresionante polifenol que se encuentra en el vino tinto y las uvas tiene una acción antiinflamatoria directa, obstaculizando las moléculas responsables de activar las vías inflamatorias en el cuerpo.

Vitamina D

A menudo llamada la "vitamina del sol", la vitamina D previene una respuesta inmune excesivamente agresiva, lo que puede limitar la inflamación crónica y las condiciones autoinmunes.

Bromelina

Proveniente de las piñas, la bromelina ejerce sus efectos al descomponer las proteínas que mantienen la inflamación, promoviendo una disminución de la hinchazón y sanación de las lesiones.

Té Verde

El té verde es una fuente poderosa de catequinas—antioxidantes que han demostrado inhibir diversas moléculas en las vías inflamatorias, convirtiéndose en un elixir calmante para los dolores.

Integrar Suplementos Antiinflamatorios en Tu Estilo de Vida

Antes de integrar estos suplementos en tu rutina, considera lo siguiente:

  • Consulta a un Profesional de la Salud: Obtén consejos adaptados a tu salud y estilo de vida.
  • Considera Fuentes Dietéticas: Donde sea posible, busca nutrientes de alimentos integrales.
  • El Equilibrio es Clave: Los suplementos deben acompañar a una dieta bien equilibrada y no reemplazarla.
  • Monitorea la Respuesta de Tu Cuerpo: La reacción de cada individuo varía.

El dolor muscular y la inflamación son parte de un estilo de vida activo, pero no tienen que descarrilar tu viaje de fitness. Con decisiones informadas sobre ejercicio y suplementación natural, puedes seguir avanzando, de manera saludable y efectiva. Recuerda, el conocimiento es poder, y en fitness, ese poder se traduce directamente en volver a la caminadora con confianza, o en el confort de un día de descanso, dependiendo de lo que tu cuerpo te diga.

No Todo Dolor es Malo, ¿Cómo Sabes Cuándo?

Comienza con un pequeño autoanálisis. Aquí hay una serie de preguntas que debes hacerte:

Presta atención a tus señales físicas: dolor de rodilla, dolor de cadera, dolor articular; incapacidad para recuperar el aliento; mareos. Cualquier cosa relacionada con la salud es un argumento decisivo. Pero cualquier cosa psicológica — como sentirse agotado — podría impulsarte a seguir adelante.

Se han realizado múltiples estudios sobre la conexión entre la mente y el cuerpo durante el ejercicio. Investigaciones han encontrado que, a pesar de sentirse cansado, a menudo hay más energía disponible de la que podrías pensar.

Determinar si la mente o el cuerpo triunfa durante un entrenamiento es una pregunta abierta. Es esencial respetar las limitaciones y señales que tu cuerpo te está dando.

Quiero presionarte a través de la incomodidad, pero ten cuidado de no presionar a través del dolor. Es crucial escuchar a tu cuerpo y ajustar en consecuencia.

Durante los entrenamientos, sé consciente de cómo se siente tu cuerpo. Ajusta tu rutina para acomodar cualquier limitación física o incomodidad.

Los entrenadores están capacitados para ayudar a las personas a entender sus capacidades durante los entrenamientos y garantizar que hagan ejercicio de forma segura.

Desafiate a ti mismo durante los entrenamientos, pero prioriza la sensación de estar revitalizado en lugar de completamente agotado después.

Incorpora movimiento a lo largo de todo tu día, no solo durante entrenamientos estructurados, para minimizar la incomodidad y promover el bienestar general.

Consejos para Evaluar el Tipo de Dolor:

Dolor súbito en la rodilla al correr: “Esto es preocupante. El malestar relacionado con la fatiga o el esfuerzo excesivo es aceptable y es una parte normal del entrenamiento, pero un dolor agudo y repentino no lo es,” aconseja un profesional. Detén la actividad inmediatamente y busca la ayuda de un profesional.

Calambres musculares: Los calambres musculares han estado asociados durante mucho tiempo con la deshidratación, la pérdida excesiva de fluidos y electrolitos a través del sudor, y entornos cálidos y húmedos. Ahora, muchos expertos piensan que los calambres están vinculados a la fatiga neural, que involucra una entrada anormal de nervios al músculo. De cualquier manera, las personas deberían dejar de hacer ejercicio y permitir tiempo para la recuperación para restaurar la función neural normal, además de beber líquidos que contengan electrolitos.

Dolor de cabeza: Puede no estar relacionado con el ejercicio y ser provocado por estrés, ansiedad, deuda de sueño, deshidratación, medicación, cambios hormonales y/o ruido fuerte. Sin embargo, si el dolor de cabeza se agrava con el ejercicio o disminuye la capacidad de ejercicio, la persona no debería hacer ejercicio o quizás reducir su intensidad.

Dolor lumbar: Esto podría estar asociado con un músculo que no está completamente calentado, mala técnica o mala posición corporal. Puede desencadenar algo completamente benigno o volverse una fuente importante de dolor de espalda. El malestar puede resolverse por sí solo o podría empeorar, resultando en espasmos musculares que requieren atención médica.

Dolor de espalda crónico: Este es un problema completamente diferente, que debe ser evaluado antes de participar en cualquier ejercicio. El profesional de la salud puede sugerir reducir temporalmente la carga de ejercicios o ajustar las rutinas para no empeorar el dolor.

Fatiga general: Algo de fatiga es normal durante un entrenamiento, pero si ocurre antes de hacer ejercicio, podría indicar deuda de sueño, mala ingesta nutricional o malestar general asociado con sobreentrenamiento o el inicio de una enfermedad. Esto aumenta el riesgo de lesiones potenciales y no debe ser ignorado. Cambiar el enfoque del entrenamiento a la calidad (“buenas repeticiones”) en lugar de la cantidad de movimiento (esforzarse por completar tantas repeticiones como sea posible) o simplemente omitir el entrenamiento y descansar podría ser necesario.

Náuseas: Ya sea por una enfermedad o una reacción a algo comido, se debe evitar hacer ejercicio porque altera nuestra función GI, lo que puede provocar más estrés. El ejercicio de alta intensidad que eleva los niveles de lactato en sangre e hidrógeno puede provocar náuseas. Si esa es la causa, disminuye la intensidad.